domingo, 14 de octubre de 2012

LA EJECUCIÓN DE LUIS XVI (1793): Documentos

Luis XVI (Versalles, 23 de agosto de 1754 – París, 21 de enero de 1793) fue un monarca francés que ostentó el título de Duque de Berry y fue arrestado durante la Insurrección del 10 de agosto, juzgado por la Convención Nacional, declarado culpable de traición y condenado a la guillotina el 21 de enero de 1793. Su ejecución marcó el fin de la monarquía absolutista en Francia.


Luis XVI, rey de Francia


1.- CUADRO DE LA EJECUCIÓN DE LUIS XVI








  Ilustración de la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, en la Plaza de la Revolución de París. Al soberano se le permitió llegar en carroza escoltada, pero no dirigirse al público. Sus últimas palabras fueron: “Pueblo de Francia, muero inocente”.









2.- CANCIÓN "VIVA LA VIDA" DE COLDPLAY

La letra de esta canción hace una clara referencia a Luis XVI, rey de Francia durante el inicio de la Revolución Francesa. Realmente, la canción es cantada por el Rey, el cual ve como se desmorona su reinado y va a ser decapitado.




3.- HABLA EL VERDUGO DE LUIS XVI, HENRI SANSÓN: "ASÍ GUILLOTINÉ A LUIS XVI"

    Henri Sanson era hijo, nieto y bisnieto de verdugos. Mató a 2.918 personas, entre ellas a María Antonieta, Robespierre y Luis XVI. Pero la ejecución de este último (1793) le conmovió tanto que escribió unas cartas para contar su ejemplar comportamiento sobre el patíbulo.
   El verdugo de Luis XVI se indignó al leer que los periódicos jacobinos atribuían al rey haberse comportado como un cobarde en el cadalso. No era verdad que fuera conducido por la fuerza a la guillotina con una pistola en la nuca, ni que el Borbón hubiera gritado de miedo como una gallina cuando ajustaron su cuello en el hueco de la decapitación. Era mentira que la ejecución hubiera degenerado en una escabechina por la impericia del ejecutor.
"El rey afrontó toda aquella situación con una compostura y un temple que nos dejó atónitos a cuantos allí nos encontrábamos. Sigo convencido de que aquella firmeza suya la había extraído de los principios de la religión". Habla Charles Henri Sanson, otorgándose a título expiatorio un lugar pasivo en el ceremonial regicida. Se encontraba allí como tantos otros franceses, pero nadie si no él tenía la responsabilidad de manejar la guillotina sobre la cabeza de Luis XVI aquella mañana opaca de 1793.
"Su Majestad subió al patíbulo", continúa la carta, "y quiso abalanzarse sobre la parte frontal como si pretendiera pronunciar un discurso. Se le dijo que aquello no era posible. Entonces se dejó conducir hasta el lugar donde fue atado, desde donde exclamó con voz muy alta: ‘Pueblo de Francia, muero inocente’. Después, volviéndose hacia nosotros, dijo: ‘Caballeros, soy inocente de todo cuanto se me ha acusado. Desearía que mi sangre sirviera para consolidar sobre ella la felicidad de todos los franceses".
    La letra de Charles Henri Sanson es pareja, ordenada, pulcra. Ocupa unos folios espesos y amarillentos, aunque la tinta se ha apagado con el transcurso de los años, exactamente igual que sucede al sello rojo del lacre. Llama la atención la obsesión informativa del verdugo... Parece haber escrito un informe policial.
"Cuando descendió de su carroza para la ejecución, le dije que tenía que despojarse de su hábito", narra Sanson en el manuscrito. "Me dio a entender que no quería hacerlo, pero finalmente accedió. También se resistió a que le atáramos las manos. Y preguntó si era necesario que los tambores redoblaran todo el tiempo. Se le dijo que no sabíamos".
     El rey tuvo que someterse a la vergüenza que suponía dejarse cortar el cabello por el ayudante del verdugo. Había 100.000 personas contemplando la escena, casi siempre en silencio, aunque "de vez en cuando prorrumpían desde el gallinero las consignas justicieras: "¡Muerte a Luis XVI!".
    Charles Henri Sanson estaba seguro de que finalmente se iba a producir la liberación del monarca. Imaginaba que sus leales lograrían llevárselo del patíbulo. Quizá porque el rescate le hubiera permitido al verdugo abstenerse de actuar contra su voluntad. Nunca como entonces maldijo su profesión. Nunca como aquella mañana regresó tan abatido ni avergonzado a su casa.  Era hijo de verdugo, nieto de verdugo, bisnieto de verdugo. Todo porque el primer Sanson llamado a manejar el hacha y los útiles de tortura hubo de satisfacer el chantaje de su suegro a cuenta de un pecado de amor. Sucedió en 1688, cuando Charles Sanson I fue sorprendido en actitudes pecaminosas con mademoiselle Margarita. El desliz precipitó la solución tradicional del matrimonio, pero el padre de la futura esposa, conocido con el apelativo de "maestro Jouënne", exigió la condición de que el marido "heredaría" la antiquísima profesión de verdugo en la ciudad de París.
    Se trataba de un trabajo bien remunerado y extraordinariamente impopular. No sólo porque el bourreau -el denigrante término en francés que además de verdugo significa burro de carga-, vivía del dolor y del pavor ajeno. También porque buena parte de sus recursos provenía de una cuota impositiva "en género" que debían pagar los comerciantes, los fruteros, los campesinos y demás del Tercer Estado.
    Charles Sanson, orgulloso de su pasado militar, aprendió el oficio con habilidad en compañía del suegro. Era bastante diestro en la técnica de la decapitación con la espada, pero también había adquirido una singular eficacia en la tarea de administrar las torturas y los suplicios...
    Semejantes medidas disciplinarias solían aplicarse en presencia del público, aunque los ceremoniales más concurridos era la aplicación exhibicionista de la pena capital en las plazas mayores. Era entonces cuando Charles Sanson adquiría plena consciencia de que el oficio de verdugo equivalía a la mayor degradación humana expresamente consentida por la ley...  Exigió que las autoridades sustituyeran el término de bourreau por el de ejecutor... "Si los verdugos somos una vergüenza, no deberíamos existir. Y si somos necesarios, que se nos trate con el respeto de tales. Por favor".
"En un instante el rey fue ajustado bajo la plancha fatal. Y en el momento en que la cuchilla iba a caer sobre su cabeza, tuvo tiempo de escuchar la voz del sacerdote que le había asistido en el cadalso. Le decía: ‘Hijo de San Luis, mirad al cielo’".
    La posición del cuerpo se lo impedía, pero el ejecutor hizo cuanto pudo para garantizar que Luis XVI pudiera instalarse a título póstumo en la bóveda celeste. También ocupándose anualmente de pagar una costosa misa para el sufragio del alma del Borbón decapitado.

4.-LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LUIS XVI




El Mercure de France (noviembre, 1951), publica un interesante artículo en el que Roger Goulard, basándose en documentos inéditos y particularmente en una carta de Charles-Henri Sanson, verdugo de París y ejecutor de Luis XVI, precisa con dramáticos detalles cómo se desarrollaron los últimos momentos del infortunado monarca.
El rey fue llevado en carroza hasta el lugar en donde se alzaba la guillotina y se negó enérgicamente a dejarse atar las manos a la espalda no cediendo sino ante los ruegos del Abbé Edgeworth, que le asistía en aquel trance. El verdugo le cortó los cabellos, que le caían sobre el cuello, y le llevó hasta la guillotina, haciéndole marchar hacia atrás para que no viera el tremendo aparato.
«El príncibe -escribe Roger Goulard-, forzando la voz, dijo en ese momento: "Pueblo: muero inocente". Después, volviéndose hacia Sansón y los dos ayudantes, añadió: "Señores, soy inocente de cuanto se me imputa. Deseo que mi sangre pueda cimentar la felicidad de los franceses".» Tales fueron las «últimas y verdaderas palabras de Luis Capeto», escribió Charles-Henri el 20 de febrero, al director del periódico El Termómetro del día, donde su carta se publicó en la síguiente jornada.
Charles-Henri y su hijo y ayudante tumbaron vivamente al rey boca abajo sobre la báscula, y necesitaron emplear toda su fuerza para sujetarlo, porque se debatía enérgicamente. Aunque sólidamente atado con cuerdas, aún se movía, pese a los consejos del sacerdote, que le recomendaba se calmara.
Unos segundos después, a las diez y veinte exactamente, cayó el cuchillo, «ahogando un gran grito de la desventurada víctima»


5. NUNCA ACUÑAR MONEDA FUE TAN PELIGROSO COMO EN LA REVOLUCIÓN FRANCESA


El 14 julio se celebra la Fiesta Nacional de Francia que conmemora la toma de la Bastilla. Se celebró por primera vez el 14 de julio de 1790 en el Campo de Marte de la ciudad de París como celebración del primer aniversario de la toma de la Bastilla el martes 14 de julio de 1789. A pesar de que la fortaleza medieval, conocida como la Bastilla, sólo custodiaba a siete prisioneros, entre los que estaba un loco que decía ser Julio César, y los vigilantes eran suizos jubilados, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa.

                                                        Campo de Marte 1790

Luis XVI veía como las nuevas leyes promulgadas y las reformas emprendidas iban limitando su poder, así que decidió huir de Francia con su mujer, Marí­a Antonieta, y sus hijos para cobijarse en el Sacro Imperio Germánico y, desde allí, volver a reunir a los fieles monárquicos y recuperar el poder. El 21 de junio de 1791, en medio de la noche, abandonaba el palacio de las Tullerí­as (Parí­s) y rompí­a el juramento hecho al pueblo francés. Todo marchaba sobre el plan previsto pero debí­an parar para repostar (perdón, cambiar los caballos) en Varennes, a tan sólo 30 Km de la frontera con el Imperio Germánico. La familia real bajó de las carretas para descansar y aunque iban disfrazados, el posadero reconoció al monarca y dio el aviso.
¡Cómo no iba a reconocerlo! Todas las monedas de Francia llevaban su efigie.
     La familia real fue devuelta a Parí­s, puestos bajo vigilancia y dos años más tarde murieron en la guillotina (Luis XVI, el 21 de enero de 1793 y Marí­a Antonieta el 16 de octubre de 1793.

Fuente: Javier Sanz

 http://historiasdelahistoria.com/2012/07/14/nunca-acunar-moneda-fue-tran-peligroso-como-en-la-revolucion-francesa/
 

7 comentarios:

  1. Muy interesante,he aprendido más leyendo aquí que en la escuela, ya que hay detalles que nunca nos enseñan y nos hacen ver la historia como algo aburrido, ya que en los libros de la educación básica no hay continuidad, todo lo enseñan en fragmentos sin continuidad. Los felicito por publicar datos tan interasantes que nos hacen vivir la historia más apasionadamente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. gracias, de verdad, esas palabras animan a seguir trabajando...un abrazo

      Eliminar
  2. Muy bueno, gracias a esto he sacado un 9 y media en mi trabajo, mil gracias!

    ResponderEliminar
  3. A Luis XVI lo sentenció su modo de ser,un hombre modesto,tímido. Para ser rey,le faltó arrogancia. Él no era el rey,sino un hombre cualquiera. Se sentía bien entre los obreros y los campesinos. Él no hablaba del último tratado que había firmado ni de la última ley que había promulgado,sino que,por el contrario,de la cal,del cemento,las vigas y las cerraduras. Incluso,si hubieran existido en su época,de los tornillos soberbios de acero. Para los muebles.Así de sencillo era este hombre. Gracias.

    ResponderEliminar
  4. https://www.facebook.com/profeciabiblica777/photos/a.447521075453859.1073741829.181076832098286/458977440974889/?type=3&theater

    ResponderEliminar
  5. La Revolución Francesa fue, de hecho, un baño de sangre espantoso. Sus orígenes, por cierto, o lo que se considera como "la chispa que encendió la mecha", fueron todos los abusos y arbitrariedades que se llevaban a cabo, durante años, contra un pueblo inerme. Inerme, pero con paciencia limitada.
    De esto podemos deducir, sin mayores análisis, que las quejas del pueblo, eran absolutamente legítimas, aunque la forma de plantearlas no haya sido la más saludable, por decirlo de alguna manera.
    Las salvajes masacres que se perpetraron en los albores de la revolución, hicieron que la "familia" de Charles Manson, se pareciera a los Picapiedra.(!!!!) Descuartizamientos , degollamientos, empalamientos,decapitaciones...en fin, una orgía inenarrable.
    Tanto la monarquía, la nobleza y el clero, se ganaron la animadversión de quienes soportaban penurias y desdichas, a diario y sin miramiento alguno.
    Por consiguiente, podemos ver que todas estas vivencias, no iban a hacer del pueblo francés un "alegre grupo de súbditos", sino que muy por el contrario, transformaron a los parisinos, en una muchedumbre furiosa y sedienta de sangre.
    Luis XVI fue, como decimos en mi país, Chile, " el que pagó el pato".
    Su singular personalidad, no le permitió ver que tenía la solución a gran parte de sus problemas. De haber accedido, para empezar, a trabajar mancomunadamente con los estados generales, los parisinos lo hubieran adorado y las conspiraciones de Luis Felipe de Orleans, más Robespierre y compañía, jacobinos o girondinos y un variopinto grupo de oportunistas, no se hubiera llevado a cabo con éxito.
    En cuanto a María Antonieta, era la mujer precisa, en el momento equivocado.
    A ambos les faltó valor. Y es sabido que, en estricto rigor, el rey no estaba loco de alegría por las peticiones del pueblo.
    Semejante afrenta, al poder real, era impresentable y pienso que el buen Luis, hubiera ahogado en sangre a todos lo revolucionarios, de haber podido hacerlo.
    Acicateado por sus consejeros, más sus prejuicios y temores, jamás iba a acceder a la supresión de impuestos, ni a renunciar a los derechos que por "decisión divina", él y su estirpe (y cercanos) eran justos acreedores.
    En estricto rigor, la clase dominante, en aquella época, vivía - por así decirlo - en una opulencia obscena.
    Y no era necesario ser un gran erudito, para darse cuenta que los abusos, debían terminar.
    Los enciclopedistas sólo plantearon lo justo y lo bueno.
    Y el pueblo lo entendió, más o menos.
    El resto, es historia.

    José Luis: eres un buen estudioso y has recabado información precisa y meticulosa. De forma entretenida y clara.
    Sigue así.
    Me gustó tu trabajo.
    Un saludo a tí y a todos los demás blogueros.
    Renato, desde Chile.-

    ResponderEliminar