domingo, 9 de diciembre de 2012

ANTONIO GISBERT (1834-1902), PINTOR HISTORICISTA: EL FUSILAMIENTO DE TORRIJOS



    Este cuadro, obra de Antonio Gisbert, lo podemos contemplar en el Museo del Prado y representa el momento de la ejecución de José Mª Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga.
    Antonio Gisbert realizó esta obra en 1888 por encargo del gobierno liberal de Sagasta para servir de ejemplo de la defensa de las libertades a generaciones futuras.


     Antes de pasar al comentario histórico, analizaré brevemente algunos rasgos estilísticos y plásticos de la obra que nos ocupa:
    Este óleo, alegato de la libertad, está dentro del género denominado pintura de historia que tuvo una gran proliferación en la producción artística española de la segunda mitad del siglo XIX. Jugaron importante papel en este historicismo inherente al siglo las críticas circunstancias históricas que le tocaron vivir a  España durante el mismo, enfrentada a una crisis de identidad nacional. Era el periodo del Romanticismo en el que se recuperaba la temática épica, el paisaje y se exaltaban los actos heroicos del pasado, en cuanto a lo que se refiere a la producción pictórica. Antonio Gisbert y José Casado del Alisal fueron artistas cumbres del género y mantenedores de una rivalidad que trascendió al público, puesto que los asuntos que representaron llegaron a tener implicaciones políticas; los del primero de clara orientación progresista y los del segundo más del gusto de los conservadores.
    Gisbert, como observamos en la imagen, recurre al purismo academicista, cuida mucho más el dibujo que el colorido y utiliza una gama de tonos fríos, recurso del que se vale para resaltar el momento dramático que narra, el paisaje desdibujado y la atmósfera vaporosa (muy característica del romanticismo inglés y alemán, como por ejemplo, Friedrich) son recursos que utiliza para representar este momento fúnebre. En cuanto a la composición, los prisioneros se alinean en pie y maniatados, mientras que en primer plano vemos los cadáveres de los primeros ajusticiados, lo cual nos recuerda a los fusilamientos del 2 de mayo de Goya; la disposición de alguno de estos cuerpos abatidos, difuminados en el óleo, vislumbra cierta influencia de la fotografía. Pero uno de los elementos más interesantes de la composición es la facilidad de Gisbert para captar la psicología y los sentimientos de cada personaje. Todo lo anteriormente expuesto sirve al autor para representar el desagradable hecho que acontece y nos anticipa el fatal desenlace.
     Desde el punto de vista histórico, primeramente analizaremos los antecedentes del hecho representado, es por ello que nos remontaremos a la Guerra de la Independencia española.
     El levantamiento popular que tuvo lugar en Madrid el 2 de mayo de 1808 con motivo de la marcha de la familia real a Bayona, señala el comienzo de la Guerra de la Independencia (resistencia armada a la dominación francesa). Frente a la pasividad de la nobleza y la sumisión de las Instituciones esta resistencia adquiere carácter popular. Al lado del eminente deseo de mantener la independencia del país, el reformismo político y social se convierte en uno de los objetivos principales de la lucha. El deseo de reformas es patente en las decisiones de cada una de las Juntas Provinciales y luego de la Junta Central Suprema, que asumen la representación del pueblo español.
     En el otoño de de 1813, Napoleón, vencido en la batalla de Leipzig, decidió retirar todas sus fuerzas de España. Por el tratado de Valençai en el mismo año Fernando VII, volverá a suelo español e iniciará su reinado efectivo. Su vuelta supuso el inicio de una represión política que sería el rasgo esencial del periodo puesto que nada más llegar a Madrid en mayo de 1814, el rey procedió a firmar órdenes de destierro contra todos los liberales. La actuación del monarca que nunca fue capaz de comprender nada de lo ocurrido en su ausencia, y evidentemente no entendió la grave situación por la que atravesaba el reino y su desconfianza le llevó a recelar de todos los hombres valiosos que pudieran hacerle sombra, tuvo como característica incapacidad a la hora de elegir a sus consejeros y por eso entre sus ministros hubo casos manifiestos de incompetencia. En los meses siguientes a la proclamación de la monarquía absoluta se intentaron restablecer las instituciones y modos del Antiguo Régimen. Pero la forma de gobierno absolutista practicada por Fernando VII incrementó los males existentes, pues no condujo a la estabilidad sino que se convirtió en su antítesis y los pronunciamientos no cesaron a pesar de sus fracasos, hasta que el comandante Rafael Riego sublevó en Cabezas de San Juan (1820), lo que supuso una erupción de pronunciamientos en la periferia urbana con la consiguiente proclamación de la Constitución. Finalmente Fernando VII aceptó el triunfo del pronunciamiento y se avino a jurar la Constitución de 1812 y a convocar Cortes con arreglo a ella.
     El triunfo de Riego permitió que por primera vez el liberalismo ejerciese el poder como consecuencia del impulso propio y no de las circunstancias de la invasión francesa de 1808. Pero esta segunda etapa liberal estuvo marcada por la conflictividad política y por el hecho de que desde el principio quedó clara la poca disposición del rey a colaborar con el régimen. Es por ello que los intentos conspiratorios del liberalismo se recrudecieron y volvieron los pronunciamientos como el protagonizado por Espoz y Mina, pero ninguno tuvo tanta repercusión, pese a su fracaso, como el ejecutado por José Mª Torrijos, protagonista del cuadro que comentamos. Torrijos fue paje de Carlos IV con solo diez años, tuvo gran protagonismo en la Guerra de la Independencia y abogó por la vuelta de la Constitución. En 1823 llegó a ser  Ministro de la Guerra (Trienio Liberal 1820-1823), pero ese mismo año con la restauración del absolutismo, tuvo que trasladarse a Marsella y de allí a Gran Bretaña. En 1830 se trasladó a Gibraltar; desde allí pensaba saltar a España y acabar con el absolutismo contando con la ayuda de Vicente López Moreno, gobernador de Málaga que le traicionó propiciando que las embarcaciones en las que pretendían llegar a las playas de Málaga fueran sorprendidas por las tropas realistas. Hay accidentadas crónicas de cómo fueron las persecuciones, el cerco, apresamiento y ejecución de Torrijos y sus compañeros eran las playas de San Andrés en Málaga y de cómo fueron sus últimos momentos; de hecho el cuadro que comentamos nos deja testimonio de cómo aquel 11 de diciembre de 1831 el naciente liberalismo español sufrió un duro golpe.
     El último periodo del reinado de Fernando VII (1823- 1833) es conocido por la historiografía como “La Década Ominosa”. De nuevo se suprimió la Constitución, se restablecieron todas las instituciones de carácter absolutista excepto la Inquisición y se perdieron la mayoría de las colonias americanas. No será hasta el reinado de Isabel II, hija de Fernando VII, cuando se consolide en España el Estado Liberal, transformándose la antigua monarquía absoluta en otra parlamentaria, aunque con muchas interrupciones y sobresaltos. 
     Finalmente, a modo de conclusión, diremos que en Andalucía había un gran grupo de liberales que en esta época esperaban el levantamiento, como por ejemplo Mariana Pineda, ajusticiada en el mismo que Torrijos por defender las libertades.
     Durante buena parte del turbulento siglo XIX, Málaga fue cuna de varios levantamientos en pro de un régimen más liberal.
    Aun en estas fechas, malagueños de cierta edad recuerdan esta canción: “Si Torrijos murió fusilado, no fue por pillo ni ladrón, fue con la espada en la mano defendiendo La Constitución

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