martes, 27 de noviembre de 2012

LA MUJER EN LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (II): FEMINISMO Y SUFRAGISMO: UN BREVE ACERCAMIENTO.

     Las mujeres también participaron en la aparición y consolidación de la sociedad industrial, aunque no todas lo hicieron de la misma forma, ya que la situación social de las mujeres burguesas era distinta de las obreras. Pero, por encima de las diferencias de clase, la discriminación política, económica y legal era un hecho común. En este contexto surgió el feminismo, que tuvo como primer movimiento organizado el sufragismo.     
    El sistema político liberal introdujo las libertades individuales y la igualdad ante la ley, pero excluyó a las mujeres de sus teorías igualitarias. La industrialización, por su parte, favoreció la incorporación de las mujeres a las fábricas, pero en condiciones de gran explotación: las mujeres obreras estuvieron aún peor pagadas que los hombres y tenían que asumir la doble jornada que suponía el trabajo en la fábrica y en el hogar.
      Las mujeres burguesas no sufrieron la explotación económica, pero se vieron cada vez más relegadas al ámbito doméstico, limitadas en sus aspiraciones personales, educativas, profesionales y políticas, y discriminadas legalmente. Estas mujeres iniciaron, a mediados del XIX, el movimiento sufragista o de reivindicación del derecho al voto como primer paso para conseguir los mismos derechos políticos que los hombres. La primera manifestación colectiva del deseo de conseguir la equiparación política y social con los hombres tuvo lugar en Seneca Falls (EEUU), en 1848.


   Las mujeres obreras tardaron más en hacer oír su voz. En el seno de las organizaciones sindicales y los partidos obreros antepusieron la demanda de las mejoras de clase a sus reivindicaciones específicas.

    Los cambios políticos, económicos y sociales que vinieron unidos a lo que los historiadores han denominado “Segunda Revolución Industrial”, iniciada en la década de 1870, provocaron una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del siglo XIX. El mayor protagonismo y seguimiento del feminismo estuvo condicionado por claros cambios sociales en los países más desarrollados. En Gran Bretaña, por ejemplo, a principios del siglo XX, el 70.8% de las mujeres solteras, entre 20 y 45 años, tenían un trabajo remunerado. También en el Reino Unido, en 1850 se observaba cómo el número absoluto de mujeres solteras mayores de 45 años, había crecido entre las clases medias. La "carrera del matrimonio" registraba así un cierto retroceso para muchas mujeres, no sólo como proyecto de vida, sino también como opción económica. Otro elemento clave lo constituyó la incorporación de la mujer al trabajo durante la Primera Guerra Mundial para sustituir a los hombres que habían marchado al frente. La conciencia de su valor social alentó sus demandas del derecho de sufragio en casi todos los países.
     El movimiento sufragista no estuvo constituido por grandes masas y arraigó con más fuerza en las mujeres urbanas de clase media que poseían un cierto grado de educación. Las obreras antepusieron sus reivindicaciones de clase a sus propios intereses como mujeres. Las campesinas por su baja formación, su dedicación íntegra al trabajo, la carencia de tiempo libre y su aislamiento, fueron las últimas y más reacias a incorporarse a los movimientos emancipadores femeninos.

Algunas protagonistas
     Por lo demás, las principales abanderadas del sufragismo y posteriormente del feminismo fueron las británicas y las estadounidenses, seguidas de escandinavas y holandesas. Conocidas figuras en el movimiento por la emancipación femenina fueron Mary Wollstonecraft (1759-1797), la "hiena con faldas", quien en su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792), denunció que las diferencias entre los sexos no se debían a la biología, sino a la diferente educación que recibían hombres y mujeres;  la británica Emmeline Pankhurst (1858-1928), fundadora de la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU) e inspiradora de diversos tipos de protesta (manifestaciones, huelgas de hambre, etc); Emily Davison, quien murió en 1913 en una de sus acciones de protesta arrojándose a los pies de un caballo de la cuadra real en una carrera en Derby; la española Concepción Arenal (1829-1893) quien asistió a la Universidad Complutense vestida de hombre por estar vetada la enseñanza universitaria a la mujer; o la alemana Rosa Luxemburgo (1870-1919) significada miembro del comunismo alemán.
   

    El amante no sólo tiene que temer las veleidades y caprichos pueriles de la que pretende hacer su esposa, y que le escuche por pasatiempo, y que le engañe, engañándose ella misma, en aquella unión a que él no lleva más que amor, puede llevar ella nada más que cálculo. Puede no amarle, ni sentirse con vocación para el matrimonio y, no obstante, casarse, porque las mujeres no tienen otra carrera. La joven mira su porvenir: muerto su padre, casados sus hermanos, le espera la pobreza, tal vez la miseria, o el amargo pan que le dé una cuñada; la soledad material y moral de quien recorre la triste escala de no ser necesaria, ser inútil y ser estorbo; ve su destino de vestir imágenes y su apodo de solterona, y se casa sin amor, tal vez sintiendo aversión por el hombre que ha de ser su compañero hasta la muerte. ¡Desdichado si la ama! ¡Desventurados los dos si ella ama a otro algún día!
     ¿Sucedería esto si la mujer tuviera medios de ganar su subsistencia, según su clase, como el hombre? ¿Si tuviese verdadera personalidad, y no esa mentida, que se pierde cuando concluyen los atractivos de la belleza y las simpatías del sexo? Si adquiriese instrucción proporcionada a su categoría, ocupación racional y lucrativa y adornase su alma con los encantos que no envejecen, ¿vería al quedarse sola la pobreza, el abandono y el ridículo? ¿Tendrían los hombres que temer con tanta frecuencia que la mujer que quieren hacer su esposa por amor se una a ellos por... cuesta trabajo, pero es preciso decirlo, por comer?
    La mujer necesita en este caso, como en otros muchos, una especie de heroísmo para no mentir, para no engañar, y la mujer miente y engaña. ¿Con qué derecho exige de ella fortaleza el que hace cuanto puede para que sea débil?

Concepción Arenal: La mujer del porvenir (1861)

 La aceleración
     El punto de inflexión decisivo en la concienciación social de la mujer tuvo lugar con la Primera Gran Guerra (1914-1918). Durante este conflicto la mujer suplió al hombre que luchaba en el frente en sus habituales tareas, poniendo de relieve que si era competente para realizar trabajos propios del varón también lo era para gozar de sus derechos. En 1920 le fue concedido el voto a todas las mujeres británicas que habían cumplido los 20 años, en tanto que en España tal autorización se retrasó hasta el año 1931 con la proclamación de la Segunda República. No obstante, en el caso de nuestro país, la Guerra Civil (1926-39) y la posterior dictadura franquista (hasta 1976), devolvieron a la mujer el estatus anterior a la Segunda República en todo lo referido a sus derechos civiles; cosa que, por otra parte, también sucedió para el conjunto de los hombres. Habrá que esperar a la reinstauración de la democracia en España, a partir de 1977, para que las mujeres, y los hombres, alcanzasen, por fin, el pleno reconocimiento de sus derechos civiles, tal y como ha quedado reconocido en la Constitución de 1978.
Fuentes: Historia del Mundo Contemporáneo 1º Bach. Ed. Guadiel
              Elaboración propia  

 MATERIALES DIDÁCTICOS
 
 



Para ampliar la información podemos consultar una unidad didáctica excelente:   Sufragismo y feminismo: la lucha por los derechos de la mujer 1789-1945:



ACTIVIDADES


Fuente: Oxford University Press España, S.A., 2003

9 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Muy buen material y muy buena página, me ha ayudado muchísimo. Muchas gracias!
    -Paulina

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  3. Me ha ayudado a entender la situación. Gracias

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  4. hay madre y la profesora quiere que haga algo creativo exponiendo un trabaajo sobre este tema SHIT

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