lunes, 6 de octubre de 2014

MUJERES EN LA HISTORIA: BERTHA VON SUTTNER (1843-1914). NOBEL DE LA PAZ.

     Bertha von Suttner (1843-1914) fue una mujer austriaca, la primera mujer en hacerse con el Nobel de la Paz, debido a su incansable lucha en defensa del pacifismo.
    Nació en el seno de una familia aristocrática en la ciudad de Praga (Bohemia). Era hija de un mariscal de campo del ejército austriaco. Desde muy joven y a pesar de la ocupación de su padre, Bertha, se opuso con fuerza al horror de la guerra. En uno de los países más militarizados de Europa, ella no paró de reivindicar de forma incansable “abajo las armas”. Así lo reconoció el comité que le otorgó el Premio Nobel de la Paz en 1905, que destacó la gran influencia que la baronesa Von Suttner había tenido en el crecimiento del movimiento pacifista internacional.
    A pesar del rechazo de su familia, Bertha se casó en Viena con un novelista e ingeniero, que durante toda su vida acompañó a Bertha en la defensa de sus ideales pacifistas.
    
El matrimonio, que vivía de una forma modesta, se trasladó a Paris, donde a través de un anuncio en el que se buscaba a una secretaria, Bertha conoció a Alfred Nobel. Sólo trabajó con él una semana, pero afianzaron una amistad que duró 20 años. El trabajo realizado a lo largo de su vida por la baronesa a favor de la paz fue lo que inspiró al filántropo sueco a la creación del Nobel de la Paz, hoy uno de los galardones con más prestigio en el mundo.
     Su determinación como activista entregada y enérgica a favor de la paz se fraguó años antes, al entrar en contacto con la Asociación Internacional de Arbitraje y Paz, una organización fundada en Londres en 1880, cuyos objetivos eran el uso del arbitraje y la paz en los conflictos armados, en vez del uso de la fuerza. Un concepto muy novedoso, ya que, durante generaciones en Europa, la principal vía para solucionar los conflictos fue la utilización de las armas. A partir de este momento, Bertha se convirtió en una ferviente militante del diálogo para la resolución de conflictos.
    Su labor fue incansable. Escribió libros, intervino en foros internacionales, creó sociedades pacifistas en Austria, Alemania y Hungría. Pero lo que le convirtió en un referente del movimiento pacifista internacional fue la publicación en 1889 de su novela Abajo las armas. Más allá de sus valores literarios, el verdadero mérito de esta obra es su contenido impactante, que tuvo una influencia determinante en su tiempo. Nadie hasta entonces había denunciado, de una manera tan rotunda y tan gráfica, el dolor, la maldad, la crueldad de la guerra, la soledad de los soldados heridos y abandonados, la pesadilla del campo de batalla, el pánico a la muerte. La novela no fue sólo un alegato contra la guerra, sino que además denunciaba una serie de principios que favorecían el espíritu belicista: la religión, que propiciaba la resignación; la cobardía como deshonra y la concepción de la guerra como una forma más de hacer política. La protagonista de su obra, Marta, lucha por cambiar los roles tradicionales de la mujer; es instruida, alterna con intelectuales, al margen de la clase social, no sólo no cree imprescindible que su esposo la proteja, sino que no le importa mantenerlo con tal de que abandone la carrera militar. La novela tuvo un impacto extraordinario en el público y el nombre de Bertha von Suttner se convirtió en sinónimo de paz y antimilitarismo.
     Su entregada labor le granjeó, también, el respeto de los principales gobernantes europeos. Su influencia fue determinante en las diferentes conferencias internacionales a favor de la paz e intervino en todos los foros de la época. En 1899, en la primera Conferencia de Paz de La Haya encabezó una delegación y fue la única mujer que intervino en el encuentro que, felizmente, terminó con la creación de la Corte Permanente de Arbitraje, origen de la Corte Internacional de Justicia, el principal órgano judicial de Naciones Unidas.
    Bertha von Suttner fue también una europeísta. En el Congreso de la Paz, celebrado en Londres en 1908, repitió hasta la saciedad que Europa es una y que la unificación del viejo continente era el mejor remedio para evitar las catástrofes mundiales que empezaban a intuirse.
    Austria le ha rendido homenaje grabando su retrato en las acuñaciones de la moneda de dos euros. Sus esfuerzos a favor de la paz no cesaron hasta el final de su vida, en 1914, dos meses antes del estallido de la Gran Guerra.

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