ESTUDIO DE CASOS: UN DÍA EN LA VIDA DE...
FICHA DE TRABAJO:
EVALUACIÓN DE LA TAREA:
EJEMPLO: CAMPESINO ANTEQUERANO DEL SIGLO XVII.
Año
de 1679, Antequera.
En 1679, la ciudad de Antequera, contaba
con unos 8000 habitantes. En ella vivía nuestro personaje, Juan, un agricultor
de la zona.
Juan era un campesino antequerano que
contaba con 35 años. Habitaba en la vega de Antequera, en una modesta casa de
campo o cortijo construído con paredes de piedra y techos de madera recubiertos
de piedras planas de pizarra y barro mezclado con paja. Su casa tenía tres
habitaciones: una cocina con una antigua chimenea, donde se cocinaba la comida
y se reunía la familia, un gran pajar, donde estaban los animales de la granja
(un burro que ayudaba en las tareas del campo, varias gallinas de las que
aprovechaban los huevos, y una vieja vaca, que aún ordeñaban para la leche), y
un gran dormitorio, con camas de madera recubiertas de antiguos colchones
rellenos de paja y plumas, que lo compartían todos los miembros de la familia.
La familia de Juan era numerosa, y estaba compuesta
por él, su esposa María y sus seis hijos. Aunque eran 6 los pequeños y tenían
una edad entre los 3 años y los 15, María, su mujer, había perdido a dos hijos,
una niña con tres días de vida y a un pequeño con 5 años de edad.
Los niños ayudaban en las tareas domésticas
y en el trabajo del campo desde una edad temprana, contribuyendo así al
sustento de la familia. A pesar de las dificultades económicas, la familia de
Juan estaba unida y se apoyaba mutuamente en las alegrías y las penas de la
vida cotidiana. Eran todos analfabetos, aunque una de las hermanas, Lucía,
quería aprender a leer.
Trabajaban todos en los campos cercanos a
la casa y al río, el Guadalhorce, y lo hacían de sol a sol, desde que amanecía
hasta el atardecer. Solo descansaban para rezar a las 12 de la mañana y a la
hora de la comida. Los cultivos que Juan cultivaba en sus tierras variaban
según la temporada. Durante la primavera y el verano, sembraba alfalfa, trigo y
cebada, mientras que en otoño recolectaba las uvas de sus escasas vides con las
que producían un poco de vino que vendían en el mercado de la ciudad, muy cerca
de la antigua alcazaba árabe. Las técnicas agrarias que empleaba incluían el
uso del arado tirado por el burro viejo, la rotación de cultivos y el riego
manual utilizando las acequias excavadas cerca del río. Contaban también con un
pequeño huerto donde tenían plantadas algunas hortalizas como las lechugas, las
zanahorias y los rábanos.
Con el trigo que obtenían hacían el pan.
Para ello debían acudir a un molino cercano que estaba a las orillas del
Guadalhorce. Por moler el grano debían dejar al dueño del molino un saco de
harina grande, pero al menos podían llevar la harina obtenida al horno de la
iglesia cercana, para hacer el pan, uno de los alimentos principales de la
familia.
Así era el día a día de la familia de
agricultores. Trabajaban todos los días, atentos al tiempo atmosférico que
podían encontrar y que podía dañar sus cultivos. Eso, en la vida de una familia
de campesinos, podía ser terrible, ya que sin cosecha su vida podía correr
peligro y el hambre podía afectar incluso a la vida de su familia.
Sin embargo, un día a la semana sí
descansaban, los domingos, día de descanso y celebración religiosa. Juan
asistía a misa en la iglesia del pueblo junto con su familia. Allí escuchaban
al cura hablar de Jesucristo. Eran todos muy creyentes y no faltaban a misa
ningún domingo. Después, compartían con los vecinos un almuerzo sencillo a base
de pan, queso, aceitunas y algo de carne, y por la tarde disfrutaban del campo,
los niños jugaban con otros amigos y Juan y María paseaban por la orilla del
río, donde se reunían con los vecinos y hablaban de sus temas. Solían merendar
todos juntos con los pasteles que hacían las mujeres y sus hijas, hechos de
almendras, higos y queso.
La dieta de la época, de una familia de
campesinos, era bastante pobre, y se componía de alimentos locales y con una
variedad escasa. Aprovechaban los productos obtenidos de la tierra, de su
cosecha, y de los que podían adquirir en el mercado cercano. El pan era el
alimento básico en la dieta de los campesinos. Se elaboraba principalmente con
harina de trigo o de otros cereales disponibles localmente. El pan podía
consumirse en diferentes formas, desde pan blanco hasta pan integral,
dependiendo de los recursos disponibles y el estatus socioeconómico del
campesino. Luego era importantes las legumbres, como los garbanzos, las
lentejas y las judías, que eran una importante fuente de proteínas y nutrientes
en la dieta de los campesinos. Las verduras, como las cebollas, los ajos, las
zanahorias, las espinacas y los rábanos, también eran consumidas regularmente y
se utilizaban en guisos, sopas y ensaladas. El aceite de oliva era utilizado
como grasa de cocina en la mayoría de los platos. Se obtenía de la prensa de
aceitunas cultivadas localmente y se utilizaba para freír, aderezar ensaladas y
cocinar diversos alimentos. Consumían frutas frescas, como las manzanas, las
peras, las uvas, los higos y las ciruelas, y también se utilizaban para hacer
mermeladas y conservas. Los frutos secos, como las almendras y las nueces,
proporcionaban una fuente adicional de nutrientes y energía. Los campesinos que
tenían acceso a ganado podían consumir leche, queso y mantequilla frescos
producidos en su propia granja o adquiridos a través del trueque con otros
agricultores o comerciantes locales. La carne y el pescado no eran consumidos
con tanta frecuencia como en las clases sociales más altas debido a su costo y
disponibilidad limitada. Sin embargo, los campesinos ocasionalmente consumían
carne de cerdo, pollo o cordero criados en su propia granja, así como pescado
fresco si vivían cerca de ríos o lagunas, como el caso de Juan, que pescaba en
el Guadalhorce junto con otros vecinos y sus propios hijos varones. Bebían
fundamentalmente agua, que obtenían de una fuente situada a 3 kilómetros, y
vino, que obtenían de su propia cosecha de uvas.
La vestimenta de la familia de Juan también
era muy pobre, pues solo contaban con dos mudas semanales. Juan vestía camisa
de lino, de manga larga y cuello abierto, un jubón de lana que llevaba sobre la
camisa y unos calzones anchos hasta la rodilla, también de lana. Llevaba medias
para cubrir sus piernas y unos zapatos de cuero comprados en el gremio de la
cuesta de los Zapateros, cerca de la alcazaba. Llevaba un sombrero de ala
ancha, sobre todo los domingos, y los típicos sombreros de paja, si estaba en
el campo. En invierno se cubría de capa larga y marrón, hecha de lana por
María.
María vestía también una camisa larga con
encajes, y una falda larga ajustada, con un corpiño que le cubría la camisa y
un delantal de cuadros que había heredado de la abuela y que estaba tejido con
fibra de lino. Se solía cubrir la cabeza con un pañuelo, sobre todo para
protegerse del sol, aunque usaban todos unos sombreros de paja hechos por el
tío Paco, artesano muy destacado del barrio de San Juan.
A pesar de su dedicación al trabajo en el
campo, Juan era analfabeto, al igual que muchos otros campesinos de la época.
Su educación se limitaba a lo aprendido de sus padres y la experiencia
adquirida en el trabajo diario. Conocía perfectamente las estaciones y la época
de siembra y recolección, las crecidas del Guadalhorce y los tiempos donde el
clima podía dañar la cosecha. Sabía contar, pues su padre le enseñó lo básico,
para poder intercambiar productos o comprar con unas monedas en el mercado.
Antequera contaba con un mercado en la
plaza Alta, junto a la iglesia colegial de Santa María y el castillo. En ese
mercado se intercambiaban todo tipo de productos, sobre todo de la artesanía y
el campo locales. Se podían adquirir frutas frescas (uvas, higos, melocotones,
etc.), verduras y hortalizas, legumbres como lentejas o garbanzos, aceitunas y
aceite y vino de la tierra. El pan, el queso o los huevos frescos eran también
muy demandados. Había puestos de tejidos y textiles, donde se vendían mantas,
ropajes y telas de los sastres locales, utensilios de cocina, aperos de
labranza y cerámica y alfarería muy variada (ollas, vajillas, velas, etc.).
También se podía comprar carne fresca (cerdo, pollo, cordero o vaca), obtenida
de los mataderos locales, y pescado que solían traer los mercaderes de Málaga
el domingo muy temprano.
Como hemos visto, la vida de un campesino
en la España del siglo XVII era muy dura, dependiendo de las inclemencias del
tiempo podía perder su cosecha, pasar hambre y morir. Veía morir a familiares,
sobre todo a sus propios hijos. Trabajaba a diario, de sol a sol, sin casi
descanso. Era analfabeto y vivía en la pobreza. No tenía apenas
entretenimiento, pues solo acudía alguna vez que otra a una venta o taberna
cercana a hablar con sus vecinos y beber vino.
Propuesta de trabajo (NOBLEZA):
Imagina que eres un noble afincado en Sevilla en el siglo XVIII. Relata cómo sería
un día de tu vida, teniendo en cuenta lo aprendido en el tema, y tratando aspectos
como la moda, la vivienda, la dieta, el ocio y tiempo libre, la economía, las
relaciones sociales, etc.
Composición
realizada por el alumno Pablo Alarcón Carrión (4º ESO-A) IES José Saramago.
Amanece una vez más en
mi imperio. Poco a poco irá creciendo, pero de momento solo se extiende a las
tierras de Sevilla. La luz de la mañana entra por las cristaleras del palacio,
y mis sirvientas, rápidamente, traen mi vestimenta, basada en un traje azul
marino con toques blancos en su centro, una peluca con trenza y un sombrero en
forma de tricornio, es decir, lo común de este momento, ya que me gusta ir a la
moda. Bajo a la sala principal, y mi esposa, Julia, está sentada mirando el
paisaje. Como hoy se celebra una fiesta en el palacio de un amigo mío,
Fernando, por la inauguración del castillo de las tierras de Málaga, lleva un
vestido amarillo dorado con toques blancos en su parte central, y muy ajustado
por la cintura, aunque su peluca blanca seda no esté colocada en su cabeza hoy.
“Mujer, vamos”, le dije.
Pasamos por el puente
de la ciudad en nuestro carruaje, y míseros campesinos que ya pagaron sus
impuestos están pasando por él para ir a unas tierras que están al otro lado.
“Esta gente es la escoria, lo único que hacen es comportarse como animales,
trabajando para nosotros. No saben absolutamente nada, y los que se creen que
tienen algo que hacer a día de hoy, los burgueses, son todavía más ineptos”,
pensé, para mí mismo. Continuamos por un camino situado entre el bosque, en el
que voy a cazar una o dos veces por semana. Por supuesto, no permito que nadie
esté invadiendo mi espacio de caza.
Llegamos al palacio, y
nada más bajar del carruaje, un grupo de aldeanos estaban gritando a las
afueras de éste, los que fueron inmediatamente detenidos y apaleados. Fernando
vino a recibirme. “Los ejecutarás por esta falta de respeto, ¿verdad?”, le
propuse, el cual asintió rápidamente. Caminamos hacia el palacio, tratando
diversos temas, como el casamiento de su hija, puesto que mi hijo primogénito,
Eduardo, ya está preparado para poder casarse.
Accedemos al interior,
y justo en la entrada hay un banquete de comidas de diferentes tipos,
mayoritariamente carnes, y personas de diferentes culturas haciendo
exhibiciones. Mi mujer va a hablar con otras damas y a bailar con otros nobles,
y, a mí, como no me gusta el baile, me uno a la mesa de juego, en la que se
está jugando al póker. Me reparten y, como de costumbre, apuesto propiedades
menores, ya que no me gusta arriesgar demasiado. El resto apuesta similar o
incluso mayor. Fernando apuesta su palacio actual, ya que pronto se irá de su
residencia actual, y se irá a Málaga. Gano la partida, y mis propiedades
comienzan a expandirse. Una damisela se me acerca, y me pide un baile. Pese a
que no me interesan mucho, hago una excepción por una vez. La señorita está muy
perfumada, tanto que incluso llega a molestarme, en cierto modo. “Tenemos el
mundo en nuestra mano, y somos los más poderosos del momento. Podríamos hacer
cualquier cosa con la gente llana”, me dijo la señorita, a lo que le respondí:
“vos no es quién para meterse en mis asuntos, ni para decidir sobre lo que
hago”.
La fiesta fue un tanto
aburrida, así que decidí volver a mi maravilloso y espléndido palacio. Aunque
mi esposa no quería marcharse, la forcé a ello, ya que tiene que acatar
estrictamente todas mis órdenes.
El verdadero motivo de
la vuelta no era ir al palacio, sino acudir a una boda de los miserables del
pueblo, así que me presenté con varios guardas y, como me apetecía desahogarme,
tuve relaciones con la prometida delante de todo el mundo, para que
contemplasen mi poder. “¡Esto no acabará, somos supremos!”, grité, mientras
estaba en ello.
AUTOR: PABLO ALARCÓN CARRIÓN. ¡¡¡Felicidades!!!
Composición realizada por la alumna de 4º A, Ángela Cortés García IES José Saramago.
Me llamo Ángela Cortés
y pertenezco a la nobleza sevillana. Tengo 20 años y os voy a contar un día de
mi vida que recuerdo especialmente bien: el día que conocí a mi actual marido.
Como era costumbre, mis
criadas me levantaron por la mañana para asistir al comedor donde desayunaría
con mi familia, compuesta por mis padres y mis dos hermanos mayores. Mi hermano
primogénito ayudaba a mi padre a administrar la economía de la casa y todas las
propiedades que poseía. Iba a las
grandes reuniones que celebraba el rey con los nobles. Mi
segundo hermano, se estaba preparando para terminar su carrera militar
.Actualmente, es uno de los mejores generales del ejército. Al levantarme, mis
criadas me ayudaron a ponerme mi largo vestido hecho con las mejores sedas del
país. Me coloqué mis pendientes de oro y le indiqué a mi sirvienta que abriera
la puerta. Bajé las escaleras y recorrí el largo pasillo, adornado con
numerosos cuadros de nuestros antepasados, que daba al enorme comedor decorado
con grandes puertas y paredes de las que sobresalían extravagantes adornos de oro,
tapices, muebles de madera noble y enormes lámparas suspendidas en el techo. Cuando
entré observé a mi hermano mayor y a mis padres terminando los preparativos para la
gran fiesta que se celebraría esa misma noche. Iban a preparar una gran cena
con abundante carne que era lo más apreciado: capones, gallinas, pollos,
pavos…, y como plato principal la escudella acompañado con grandes cantidades
del mejor vino del país,así como deliciosos postres y frutas. Iban a anunciar mi
compromiso con el hijo de un gran noble inglés. Mi padre y mi hermano habían ido personalmente
a su país para aclarar las condiciones del matrimonio que llevaba concertado
desde mi nacimiento. Al verme mi padre y mis hermanos se levantaron y me dieron
los buenos días. Le devolví el saludo y me senté al lado de mi madre. Como era
costumbre la mesa estaba llena de alimentos muy variados : verduras frescas,
carnes jugosas, pan blanco y fruta.
Al terminar de
desayunar me dispuse a iniciar las numerosas clases que eran habituales en mi
día a día. En primer lugar me dirigí al salón donde mi profesor privado me
enseñaba todos los bailes que tendría que aprender para ser una buena señorita.
Ese día repasamos el baile que tendría que hacer con mi prometido.
Más tarde fui a clase
de arpa y piano. Me encanta tocar el piano y dejarme llevar por la relajante
música que desprende cada nota.
Finalmente, después de
haber realizado las numerosas tareas, me dirigí a mi habitación para comprobar los
últimos arreglos del glamuroso vestido que me pondría esa noche. Era un vestido
de las mejores sedas con casi 5 capas. Decorado con adornos florales, hechas
con hilo de oro y con incrustraciones de piedras preciosas; sin duda, era el
vestido más caro que tenía.
Cuando se acercó la hora de la fiesta, mis
sirvientas me encorsetaron y me pusieron el pesado y enorme vestido y los
tacones a juego, de los cuales sobresalían piedras preciosas. Me coloqué mis
guantes blancos hasta el antebrazo, así como mis pendientes de oro y un collar
que me había regalado mi madre, procedente de una herencia familiar. Para
terminar, mis sirvientas me pintaron y me colocaron la peluca decorada con
plumas y un gran lazo rosa.
Cuando
ya estaba perfectamente arreglada entré en el gran salón donde me encontré con
mi prometido, un hombre al que acababa de conocer y con el que, dentro de dos
semanas, me casaría. Este fue sin duda el día que marcó el cambio de mi vida.
AUTORA: ÁNGELA CORTÉS GARCÍA. ¡¡¡Enhorabuena!!!
LA
VIDA DE UNA NOBLE SEVILLANA EN EL SIGLO XVIII
Composición realizada por la alumna Paula Benítez López. 4º A. IES Los Colegiales. 2018.
La luz intensa de la mañana
traspasa las cortinas de seda y lentamente abro los ojos. Ya no me sorprendo al
no ver a mi marido despertar conmigo. Me levanto y aparecen mis criadas para
vestirme y arreglarme. Traen un vestido blanco con flores rosa claro bastante
ajustado de cintura y con una falda larga y pesada.
Me dispongo a desayunar ya vestida y preparada
con mi peluca blanca más cara, puesto que hoy es un día especial: Hoy
anunciaremos el compromiso de mi tercera hija con el primogénito de un conde
bien posicionado y con grandes dominios en la ciudad. Se celebrará un gran
banquete en el palacio y ya se ven sirvientes apresurados de un lado para otro
realizando los preparativos.
Encuentro a mi marido Rodrigo
sentado en un extremo de la mesa rodeado de comida de todo tipo: carne, fruta,
verdura...
-¿Dónde has estado esta mañana?- le
pregunto justo después de sentarme en el otro extremo de la larga mesa del gran
salón.
-No es asunto tuyo- responde con
cierta agresividad. Hago como que no me molesta y empiezo a comer cuando entra
por la puerta Juana, una nueva sirvienta en la cocina. Su belleza es tanta que
me enfada, pero no tanto como ver la caricia disimulada que Rodrigo le hace en
el brazo. Al menos se esfuerza en disimular. No es que sea algo nuevo, mi madre
me tiene dicho que no sea tan curiosa y que deje a mi marido pasar el tiempo
como guste, así que no le doy más vueltas, termino de comer y me preparo para
la fiesta.
Quiero que todo sea perfecto, por
eso me apresuro a entrar en el carruaje para buscar los zapatos que encajen a
la perfección con mi vestido. Voy a las mejores y más cercanas tiendas de
Sevilla porque mi marido no me permite alejarme demasiado del palacio. Cuando
por fin los encuentro, me preparo para volver a casa, pero noto que alguien me
tira del vestido. Me doy la vuelta y se trata de una mujer harapienta pidiendo
limosna. Tiene el pelo más sucio y desbaratado que he visto nunca, y ni
siquiera llego a distinguir lo que lleva puesto. Desprende un hedor horrible y
tiene las manos llenas de callos y heridas, sin embargo no parece que pase de
los veinte años. Mi desagrado es tal que
le doy una patada para deshacerme de ella y me resguardo en el carruaje, el
cual sale disparado hacia el palacio.
La fiesta es espectacular. Ha llegado
gente de todas partes. Todo ha quedado justo como yo quería y los invitados se
lo están pasando muy bien bailando y comiendo.
Solo llega a gatear pero espero que
mi hija tenga la suerte de amar a su futuro marido y que él la ame de la misma
manera, tanto como me hubiera gustado que mi matrimonio fuera. A veces me gusta
imaginar que tendrá la misma libertad para hacerla mismas cosas que si hubiera
nacido barón como sus hermanos, pero quizá solo sean pensamientos
descabellados.
PAULA BENÍTEZ LÓPEZ 4ºA Octubre de 2018.
¡¡¡Felicidades, Paula!!!
REDACCIÓN: Un artesano de la Antequera del siglo XVII.
Texto del alumno David Padilla Muñoz (4º A)
Me presento, soy David Padilla, de familia
noble en la ciudad de Sevilla. Le escribo para detallarle cómo es mi vida, puesto
que alguien con tales riquezas no suele pasar desapercibido ante la muchedumbre.
Muchas personas, entre las cuales están campesinos y burgueses
"critican" nuestra vida rodeada de lujos; teniendo alimento
suficiente y sin la obligación de pagar impuestos como hacen ellos. Claro está
que entiendo de estos menesteres, debido a que recientemente tuvimos una fiesta
en un palacete a las afueras de la ciudad y “podíanse” oír los murmullos de
aquellos desgraciados envidiosos mientras realizaban tareas del campo; porque
ninguno de ellos tendría suficiente valor como para criticar a la nobleza en el
centro de la capital.
Hoy, al despertar, miré por la ventana y
podía observar el patio de armas de nuestro castillo. Allí estaban nuestros
establos (de los cuales se encargan tres sirvientas que se levantan a tempranas
horas de la mañana para alimentar, limpiar y reponer el agua a nuestros
caballos; el pozo del que disponemos para hidratarnos tanto nosotros como los
animales; la herrería en la cual forjamos nuestras armas y las herraduras de
los caballos; y una capilla donde realizamos nuestros rezos diarios a Dios.
Me dispongo a colocarme mi vestimenta de
gala, ya que a mediodía celebramos en el gran salón, el cumpleaños de nuestro
segundo hijo, Gabriel. Mi vestido está compuesto por una casaca de color
granate con un punto grande de color blanco situado en la parte superior
derecha, un calzón de tela oscuro que heredé de mi padre; y una camisa de
mangas largas con calzoncillos bastante prolongados, hasta las rodillas. Por
encima del calzón me coloco unas medias de seda, las cuales tienen una calidad
extremadamente buena. Para terminar, me coloco mi camisola preferida, sin
cuello. Al salir de la habitación, bajo a la primera planta, donde se ubica el
salón principal, con muebles de madera de roble y una mesa central, que ahora
mismo tenía colocada una cubertería de plata donde la familia comeremos algo de
entremés. Me siento en una de las sillas de alrededor de la mesa y espero a que
lleguen mi esposa, una mujer a la que, fuera de acuerdos matrimoniales, aprecio
mucho, y mis tres hijos (todos varones). Cuando llega, nuestra cocinera y sus sirvientas,
nos traen una olla con manjar blanco, torreznos y un plato de hierbas. Después
de repartir, se retira a cocinar el banquete para la celebración del
cumpleaños, fiesta a la que hemos invitado a distintos nobles para que hagan
acto de presencia.
Salgo del castillo para cazar unos cuantos
pollos silvestres y hacer algo entretenido hasta el acontecimiento, cuando paso
cerca de una mis murallas del portón de salida, veo que una serie de campesinos
lo están reconstruyendo para pagar su corvea.
Al cabo de una hora y media, me dirijo a
nuestra Torre del Homenaje, lugar donde se ubica el gran salón, porque la
fiesta está a punto de comenzar.
DAVID PADILLA MUÑOZ ¡FELICIDADES!
Texto realizado por la alumna: Carmen Lucía Pérez Patricio (4º ESO):
¡¡FELICIDADES, CARMEN!!
Texto realizado por la alumna Laura García Solís (4º A).
Amanezco una mañana más en una villa del
sur de España, en Sevilla para ser más concretos.
Me
despierto rodeada de las más lujosas telas y los más sedosos tejidos, que
fueron confeccionados, como no, por los mejores sastres de toda la zona.
Miro por la ventana y compruebo con alegría
que al estar en el mes de octubre, empieza a notarse el cambio al otoño, esta
estación que tanto me gusta.
Después de esto, bajo al gran salón del
palacio, donde se encuentra mi padre tomando su desayuno. Me siento a su lado
tras besarle dulcemente la mejilla para saludarlo e, inmediatamente, una de las
doncellas me sirve mi plato.
Converso con mi padre mientras termino y
subo a arreglarme ya que hoy, al ser domingo, voy a asistir con mi familia a
una misa en la iglesia más importante de la ciudad, a la que por ser de tal
importancia solo podemos entrar los miembros de la alta sociedad, como es el
caso de mi familia.
Tras finalizar la misa nos montamos en el
coche de caballos y de camino a la villa atravesamos el mercado. Me fijo en
todos los puestos y personas que están allí. Todos y cada una de estas personas
están vestidas con harapos, propios de las personas de tan baja clase social. Me
llama mucho la atención una chica que parece tener mi edad, 15 años, que se
encuentra tras el mostrador del puesto de fruta. Pienso que si yo estoy aquí
hoy es pura suerte y que al igual que ella, de haber nacido hija de otra
familia podría estar en la misma situación, o incluso peor. En ese instante
dejamos atrás el mercado y rápidamente esos pensamientos abandonan mi mente.
Cuando llegamos, nos encontramos con el
almuerzo preparado y la mesa ya puesta. Nos sentamos y nos sirven un delicioso
pollo con una variedad inmensa de verduras.
Como ya dije anteriormente, hoy es
domingo, por tanto no tengo clases y puedo tomarme una tarde para mí. Decido
salir a pasear al jardín con mi hermano pequeño, de tan solo 5 años, que a
pesar de contar con tan poca edad, me ha demostrado en numerosas ocasiones que
en el futuro será un gran hombre y el mejor de los herederos.
Tras tomar un baño caliente, ceno y me meto
en la cama, tengo que estar totalmente descansada para mañana.
¡¡MUY BIEN, LAURA, ENHORABUENA!!
LAURA GARCÍA SOLÍS
Trabajo realizado por la alumna Celia Ojeda Torres, 4º A.
ENHORABUENA, CELIA, MUY BUEN TRABAJO!!!
AMPLIACIÓN / DOCUMENTACIÓN: Muy interesante, para investigar previamente sobre el papel de la nobleza en la sociedad del Antiguo Régimen, la
entrada del blog Socialeshelp de la profesora Lola Alberdi (IESO Sierra la Mesta, Santa Amalia, Badajoz).
No hay comentarios:
Publicar un comentario