Josefa Ugarte-Barrientos, condesa de Parcent y de la Contamina por su matrimonio con Fernando de la Cierva y Carvajal, Grande de España, natural de Madrid y ayuda de Cámara de la reina Isabel II, fue, sin duda, la más importante escritora malagueña del siglo XIX, tanto por la abundancia de su obra escrita como por la calidad de la misma.
Pepita
Barrientos, como era conocida por sus amistades, nació en Málaga el 5 de septiembre de 1854. Era hija de
don Fernando Ugarte-Barrientos Méndez de Sotomayor, Maestrante de la
Real de Ronda, y de doña Teresa Casaux Galwey, una familia ilustre de la ciudad, lo que le permitió contar con una esmerada educación.
Adquirió, desde muy niña, una excelente formación literaria (mientras los niños jugaban ella se dedicaba a leer libros de poetas y prosistas clásicos) y con solo 15 años estrenó en el Teatro Principal su primera pieza dramática de carácter romántico y ambiente medieval, titulada Margarita. El éxito de esta obra hizo que ese mismo año, 1870, escribiera otro drama, en el que volvió a demostrar sus conocimientos de la historia medieval, El Cautivo. Esta segunda obra fue representada a principios del año siguiente en el recién estrenado Teatro Cervantes.
En sus restantes piezas teatrales, como El Cruzado y El Ramo de Flores (ambas de 1874), Pepita Barrientos reflejó la frivolidad de un sector de la aristocracia y uno de sus temas predilectos, el amor imposible que desemboca en el desengaño y la muerte de sus protagonistas. También escribió ese mismo año, un primer libro con leyendas
tradicionales e históricas llamado Recuerdos de Andalucía.
En los años siguientes centró su atención en la poesía, cultivando una temática moral y aleccionadora. Su obra lírica fue corta pero de una notable calidad, destacando los poemas de inspiración patriótica y las leyendas medievales en las que hacía gala de su erudición histórica. Con su poema, La conquista de Málaga, consiguió el premio de la Academia de Ciencias y Literatura del Liceo en 1872. También obtuvo dos galardones en certámenes literarios nacionales y extranjeros. En 1877 fue nombrada socia de la Academia Cervantina Española de Vitoria. Los beneficios por la representación y venta de sus obras los dedicó a actividades caritativas, ayudando a los pobres, a los heridos en la guerra carlista y a las monjas de clausura.
Publicó varios libros de poesía: Páginas en versos (1882), La Estatua Yacente (1889), que cimentaron su reputación literaria y le abrieron las puertas de las veladas poéticas más importantes de Madrid. También colaboró en importantes revistas de España de la época, tales como La Ilustración Española y Americana, Cádiz o El Eco de Málaga.
Además de su labor literaria, sabemos
del interés que Pepita sintió hacia las artes, por haber contado
con una destacada colección de obras pictóricas y escultóricas. En lo que a pinturas se refiere poseyó
alrededor de 60, abundando sobre todo las obras de temática
religiosa, los retratos de miembros de su familia y los paisajes. Además de los cuadros, también
podemos destacar sus posesiones escultóricas, todas ellas de
carácter religioso y, por su disposición en el interior de la
estancia denominada «oratorio» de su residencia, de una clara
función devocional.
Pepita murió de una pulmonía en 1891, cuando sólo tenía 36 años. Está sepultada en la capilla de su familia en la iglesia de la Victoria. En 1905 se editó una recopilación de su obra poética con el título de Poesías Selectas.