Mary Shelley (1797-1851) escribió a los 18
años la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, que la hizo famosa
y con la que se inicia el género de ciencia-ficción.
Hoy, 1 de enero de 2012, se cumplen años de su publicación (1818).
Ofrecemos a continuación una breve semblanza biográfica de esta famosa escritoria inglesa realizada por la novelista británica Muriel Spark en su libro Mary Shelley, publicado en 1997 por la editorial Lumen:
"Mary Shelley nació en 1797 y murió
en 1851. Los hechos más importantes de su vida, los que más
interés revisten, son los siguientes:
Era hija de dos pensadores progresistas, William Godwin y Mary Wollstonecraft (escritora feminista de gran importancia y que forma parte de los anales de la historia del Feminismo),
quienes establecieron las bases esenciales de su tenacidad intelectual
y avanzada educación. Fue compañera y, luego, segunda esposa
del poeta Percy Bysshe Shelley, unión que duró 8 años,
hasta la muerte de éste en 1822. Fruto de esta convivencia fueron
varios embarazos, el vívido recuerdo de una apasionante juventud,
y un único hijo, un varón. Escribió novelas y relatos,
dos de ellos extraordinarios: Frankenstein, la célebre obra
de ciencia ficción, y la novela futurista The last man (El
último hombre). Fue, además, editora de las obras de Shelley
y contribuyó enormemente, tanto a la comprensión de sus textos
como a la historia de la critica biográfico-literaria, de la que
fue pionera.
El resto de sus días transcurrió en el marco de la vida
cotidiana de la primera mitad del siglo XIX y, por diversas que sean las
interpretaciones de su obra, forzoso es tener en cuenta la relevancia de
los hechos arriba consignados".
De su agitada vida sólo voy a recordar ahora las circunstancias
que llevaron a Mary Shelley a los 18 años a la creación de
Frankenstein. Lo comenta la misma autora en la introducción a una
edición de 1831 de Frankenstein, de la que se recogen algunos
fragmentos en la obra de Muriel Spark. La publicación de Frankenstein
en
1818 había causado gran asombro.
Habla Mary Shelley de la siguiente manera:
"En el verano de 1816 visitamos Suiza y
fuimos vecinos de Lord Byron. Al
comienzo, pasábamos las horas en el lago o caminando por sus playas (...).
Pero fue un verano muy húmedo y la lluvia incesante impedía durante días salir de la casa. Algunos volúmenes de historias de fantasmas traducidas del alemán al francés cayeron en nuestras manos. (...)
Un día dijo Lord Byron [al médico —y también autor de historias de vampiros— John Polidori, al también escritor Percy Shelley, marido de Mary, y a la propia Mary]: "Cada uno de nosotros va a escribir una historia de fantasmas", y todos aceptamos su propuesta.
Por mi parte, yo me puse a pensar en una historia que pudiera rivalizar con aquellas que nos habían incitado a emprender este desafío. Una historia que tocara los miedos ocultos de nuestra naturaleza y que despertara un horror espeluznante, que hiciera que el lector temiera apartar su vista de la página un instante para mirar alrededor, que le congelara la sangre y que acelerara los latidos de su corazón. Si no cumplía con estos requisitos, mi historia de fantasmas no sería merecedora de tal nombre. Pensé y reflexioné durante horas, pero todo era en vano. Sentía aquella incapacidad de invención que es la mayor desgracia de los creadores, cuando la insípida Nada responde a nuestras ansiosas invocaciones. Cada mañana me preguntaban si había pensado en una historia, y cada mañana me veía forzada a responder con una mortificante negativa.
(...) Por su parte, en aquellos días, Lord
Byron y Shelley mantuvieron muchas y largas conversaciones, de las que yo era
un testigo devoto, aunque casi siempre silencioso. En una de ellas, los
interlocutores dialogaron acerca de varias doctrinas filosóficas, y se discutió
sobre la naturaleza del principio de la vida, y sobre si existía alguna
posibilidad de que fuera descubierto y transmitido. Hablaron de los
experimentos del Dr. Darwin [abuelo del naturalista Charles Darwin, teórico de la evolución de las especies] (...) Tal
vez un cadáver pudiera ser vuelto a la vida; en todo caso, los desarrollos del
galvanismo habían dado algún indicio para pensar en ello. Quizás las diferentes
partes de una criatura podrían ser fabricadas, armada, y dotadas del hálito
vital.
Recuerdo que después de una de estas
veladas y cuando había pasado ya la hora de las brujas, nos retiramos a
descansar. Al apoyar la cabeza en la almohada, no me pude dormir, ni tampoco
podría decir que pensaba. Era mi imaginación espontánea la que me poseía y me
guiaba, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una nitidez
inusual en las ensoñaciones. Vi —con los ojos cerrados, pero con una aguda
visión mental— al pálido estudiante de
artes profanas arrodillado junto al ente que había armado. Vi la
espantosa figura de un hombre yaciendo inerte y que, poco después, con la ayuda
de una poderosa máquina daba señales de vida y comenzaba a moverse con
dificultad. (...)
La idea se me ocurrió con la rapidez de la
luz: "¡Por fin lo encontré! Lo que
me hizo morir de miedo seguramente hará de morir de miedo a otros,
¡solamente necesito describir el espectro que acechó mi almohada!".
A la mañana siguiente pude anunciar que tenía una historia.
AUDIOS:
1.- A continuación ofrecemos el Audiolibro de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, todo un clásico de las novelas de ciencia ficción y del cine de terror:
Parte 1: Frankenstein o el moderno Prometeo (Mary Shelley):
Parte 2: Frankenstein o el moderno Prometeo (Mary Shelley):
2.- Audición: MARY SHELLEY, la madre de Frankenstein. Pasajes de la Historia de Juan Antonio Cebrián. (27´22 minutos). Muy recomendable.
3.- Mujeres malditas - Mary Shelley: la madre de Frankenstein. Radio 5. RNE. Biografía de la escritora. (12´19 minutos).
Esta escritora, nacida en Londres en 1797, parecía tener un futuro lleno de luces, pero las sombras lo tiñeron de negro. Su madre murió a los 11 días de su
parto. Con solo 24 años ya había perdido a su esposo - el poeta
romántico Percy Shelley - y a dos hijos. Viuda, sin dinero y con la
responsabilidad de sacar adelante al único hijo que le quedaba, dedicó
su vida a luchar contra el castigo que le impuso la sociedad victoriana,
que no le perdonó su forma de ser, ni su relación 'indecente' con
Shelley, con quién se escapó a los 17 años, siendo él aun un hombre
casado. Hoy, casi dos siglos después, la historia la sigue castigando.
Sus hallazgos literarios parecen tener siempre un padre, a pesar de que
su novela Frankenstein es la madre de la ciencia ficción, y pone en
evidencia la imaginación de una mujer que accede al conocimiento con
libertad.
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